“Fue una Navidad distinta, pero hermosa. Sin duda se extraña a la familia, pero aquí tenemos todo”, enfatizó Carlos Díaz, un concordiense que está en la Base Esperanza, en la península de la Antártida Argentina.
Carlos Díaz es un militar concordiense que ha prestado servicio en varios lugares del mundo como integrante de los cascos azules. Ahora, el final del año 2020 con pandemia incluída lo encuentra al sur del globo terraqueo, desde donde cuenta su experiencia.
Desde esa zona austral, Díaz destacó que luego de cumplir tareas con los Cascos Azules tenía “como una aspiración personal” el viajar a la Antártida, para lo cual “me anoté e hice el curso preparatorio que dura un año”.
Este curso antártico, como lo denominan, implica “no solamente estudiar cosas de geología, los climas, cómo cuidar la salud con los fríos extremos; sino que también te enseña supervivencia en el caso de que salgas de patrullar y te pase algo, tenés que aprender cómo sobrevivir”, puntualizó el entrevistado.
Fue así que, tras haber recibido la instrucción correspondiente, el concordiense se embarcó en este nuevo desafío y “cuando llegué en el Hércules lo primero que me pasó es que sentí muy rápido el cambio de clima, ellos te brindan un buen equipo y está en uno si lo quiere reforzar luego. Acá por ejemplo si transpiras mucho cuando haces algo, cuando paras te congelas, porque el agua se congela y te morís de frio en menos de 15 o 20 segundos”, relató.
Al tiempo que agregó que en la Antártida “cambia mucho la física y la química en cuanto a los líquidos y los sólidos, los materiales tienen otro tipo de comportamiento. Desde el agua que se congela ni bien sale de la botella, a un plástico que agarras para juntar algo y se parte porque esta termo-congelado”.
Navidad blanca
Díaz narró a Diario Río Uruguay como fue la previa para la celebración de la Navidad entre las “treinta y pico de personas, entre gente del ámbito militar y del ámbito civil que estamos aquí” en la base Esperanza.
En la previa a la celebración, llegó el rompehielos ARA Almirante Irízar, el cual viene “a traer mercadería y combustible. Ese buque va y viene, de isla en isla y justo estuvo el 23, 24 y 25 en la zona, porque lo que nos agarró en Navidad, justo trabajando en la descarga”.
De todas maneras, el 24 de diciembre “pasamos con el grupo humano que tenemos, que gracias a Dios me tocó un grupo excelente, somos como una familia grande, tenemos gente que está encargada de ornamentar la mesa, tenemos el arbolito en el comedor, hicimos un brindis, festejamos la Navidad como lo hacemos siempre, pero esta vez mirando esta vista maravillosa. Fue una Navidad distinta, pero hermosa. Sin duda se extraña a la familia, pero tenemos una base con internet para hacer videollamada y saludarnos”, detalló.
Al tiempo que explicó que “afortunadamente ahora tenemos este sitio para conectarnos, porque hasta hace un tiempo atrás venían y quedaban incomunicados hasta el próximo verano donde los buscaban. Había gente accidentada o fallecida incluso, que los debían meter en un lugar que aún existe para poner los cuerpos”.
Con respecto a los buques de carga, Díaz comentó que “en invierno, el buque ya no se arrima más, porque el mar se congela, los bloques de hielo son más grande y se hace intransitable llegar”, aunque afortunadamente “tenemos el puente aéreo, que viene desde la base Marambio, que es la que tiene pista de aterrizaje para aviones de gran porte y desde allí hasta esta bahía, viene un avión más chico”.
Pandemia
El concordiense contó que “acá no hubo contagios de Covid, porque la dotación que estaba fue traída antes del comienzo de la pandemia y los nuevos somos nosotros, que estamos hace un mes, con un estricto protocolo inicial”.
Con respecto a esos cuidados que se tomaron inicialmente, señaló que “cuando llegamos no hicieron una cuarenta estricta, obligatoria, tipo una burbuja. Quedamos así tres semanas, todos aislados”.
Además de eso “nos hicieron doble hisopados y los materiales que trajimos fueron sanitizado, al igual que la carga que llega de los buques. Por eso acá hay Covid cero y se puede hacer vida normal, compartir un mate y hacer todo normal, porque estamos libre del virus”.
Igualmente reconoció que “nos lavamos las manos más seguido, usamos alcohol en gel, limpiamos los picaportes y toda una serie de hábitos que nos quedaron como costumbre sana”, aunque reiteró que “por suerte no se vive lo que viven ustedes o mi familia, allá en Concordia”.
Lo más lindo de vivir en la Antártida
Díaz narra que lo maravilloso que tiene el lugar es que “a pesar del clima que es muy cambiante, la vista es paradisiaca, hay pingüinos cerca pero tratamos de no molestarlos porque se cuida mucho la fauna y el medio ambiente”.
En lo que respecta a temperatura, detalló que “en verano acá tenemos temperatura de entre 0 y menos 10 grados, es un frio seco, pero si te proteges no sentís absolutamente nada, ahora en el invierno se hace mucho más crudo y los vientos son de 300 kilómetros por hora”, señaló.
Labor que desempeña
El entrevistado comentó que es mecánico del Ejército y “mi trabajo consiste en apoyar técnicamente al grupo de científicos que vienen a realizar estudios acá sobre la capa de ozono, Meteorología, Glaciología, Biólogos Marinos, Topógrafos y un montón de científicos nacionales y estudiantes de esas carreras, que viene a realizar estudios”.
Asimismo, agregó que “los científicos vienen por períodos cortos, por lo general son de cuatro meses más o menos y luego ya se retiran porque el invierno acá es muy duro. Yo me encuentro actualmente en la base Esperanza, pero aterrizamos en la base Marambio”.
Para trabajar “tenemos horarios normales de 7 de la mañana hasta el mediodía, paramos para comer y luego seguimos trabajando hasta las 18 o 19 horas”, detalló.
Como se constituye la Base Esperanza
“En nuestra base tenemos varios grupos de casas, con todas las comodidades como cualquier casa de la Argentina; tenemos calefacción y podemos andar de remeras adentro; pero al salir afuera claramente tenes que ponerte todo el equipo polar y el protector para los ojos porque el sol y el reflejo es como soldar sin mascara, es muy nocivo”, indicó.
Al tiempo que detalló que hay un total de 13 casas, una escuela, una capilla, un comedor grande, un gimnasio, cinco talleres, un parque automotor, entre otras cosas.
“Tenemos un electricista, tres mecánicos, cuatro médicos, gente que se encarga de la comunicación, otra que arregla los aparatos electrónicos, gente que sabe de oficios como plomería, albañilería, etc.; expertos en montañas, entre otros profesionales”, concluyó el concordiense.
Fuente: Diario Rio Uruguay