Con Enzo Pérez de arquero y sin suplentes, River le ganó 2 a 1 a Santa Fe y volvió a emocionar a todos sus hinchas. Así, es líder de su grupo y define todo la semana que viene.
Un cuento de Fontanarossa. Una novela surrealista. Una película bizarra con una trama que regaló momentos inéditos. Usted puede ponerle el rótulo que quiera, pero el 19 de mayo de 2021 se transformó en una nueva fecha única para la historia de River y en otro hito de un ciclo Gallardo que ya es una fuente inagotable de alegrías.
La llovizna en la previa fue el primer condimento de una noche mágica, en la que cada detalle será un recuerdo imborrable para los pocos privilegiados que pudimos estar en el Monumental. Desde la planilla sin suplentes, con Enzo lesionado, Lecanda y Fontana como arqueros, hasta la curiosa entrada en calor -sin guantes- del dueño del buzo verde fluor número 34 que irá al museo junto a los de Fillol, Barovero y Armani.
Mientras los hinchas se comían las uñas frente a la TV, Angileri desató rápido la euforia y fue el presagio de lo que sería una jornada épica. Y al toque, el tremendo bombazo de Julián Álvarez provocó un grito de desahogo del Muñeco que hizo eco en cada uno de los rincones de la cancha.
El 5-3-2 que puso MG en cancha tuvo rendimientos por encima de la media. Al bombero Maidana, quien con 35 años es un ejemplo de lucha y sacrificio, y al prolijo Martínez se le sumó un Tomás Lecanda que hizo una grata presentación en Primera: personalidad, firmeza y atención en cada cruce.
Felipe Peña no quiso ser menos que su compañero de la Reserva y debutó a lo grande. Se paró con mucha presencia en el medio, recuperó y fue una máquina de dar pases precisos. Y a las ganas de un incansable Paradela se le sumó la conmovedora imagen que dejó Fontana: erró goles, pero terminó acalambrado de luchar contra los centrales y no dio por perdida ninguna pelota.
Y qué decir de Julián. Al igual que en la Bombonera, sacó pecho, hizo olvidar las bajas de Borré y Suárez y fue el líder de una formación que logró una haverdadera hazaña.
En tanto los colombianos metían piernas frescas, River luchó hasta el último segundo con el corazón y ahí se sufrió como un parto. Sin tarjetas amarillas y sin hacer tiempo durante los 90’, los jugadores dieron una nueva prueba de hombría después de varios días duros por la pandemia: el puño apretado de Enzo, los abrazos de Gallardo y los festejos desde el palco de D’Onofrio, con el famoso suéter rojo, le pusieron el broche a un partido histórico que tuvo un brote… inmenzo de felicidad.